jueves, 6 de enero de 2011

FRINGE SIN SPOILERS

Recomendada por un par de colegas, como a menudo ocurre, comencé a ver ésta serie del archiconocido J.J Abrams. He de admitir, aunque se me echen los fans al cuello, que Lost nunca me ha parecido una serie especialmente fantástica y aunque sí tenía una premisa fascinante, tuvo un desarrollo torpe y extremadamente irregular como para ser considerada la obra maestra que algunos dicen. Su multitud de personajes de los cuales muchos de ellos conducían a un callejón sin salida, su multitud de tramas, subtramas, sub-subtramas y hilos argumentales que jamás fueron hilvanados de forma totalmente satisfactoria y su final, tan absolutamente poco comprometido como toda la serie en general, dio lugar a división de opiniones. Si bien sus fans acérrimos mantenían la grandeza de la serie, servidor cree que Lost fue una amalgama de buenos conceptos e ideas cuya solución aterraba a sus creadores y cuyo camino escogido fue el de los dobles sentidos y el "interprétalo como quieras".


Quizá comencé a ver Fringe condicionado por mi experiencia previa con Perdidos y me mostré particularmente escéptico, pero he de admitir que estaba cansado de flashbacks, de preguntas en el aire o de legiones de personajes cuya implicación en la historia no pasaba de ser anecdótica, pero he de admitir que el piloto de Fringe, innegablemente bien realizado no prometía nada especialmente innovador, siendo justamente comparado a la desaparecida X-files por ejemplo. Olivia Dunham, agente del FBI era la elegida para encabezar una división de investigaciones de caracter paranormal o de dificil explicación científica, ayudada por Walter Bishop, un científico de oscuro pasado y su hijo, Peter Bishop, un timador cuyo principal cometido es cuidar de su padre recién salido de una institución mental (además de pegar un par de tiros en alguna ocasión que otra), este prometedor trío forma el elenco principal de la serie apoyado por un plantel secundario igualmente interesante entre los que destaco a la magnífica agente Astrid Fansworth, ayudante de Walter en el laboratorio (y muy a menudo en su vida personal) cuyo carácter no puede mas que despertar simpatía en el público.




Aunque como he comentado, el piloto no deja al espectador sediento de más Fringe, o al menos no lo hace por su argumento principal, son los casos, a cada cual mas increíble e imaginativo, los que se encargan en primera instancia de invitarnos a ver un capítulo más. No soy particularmente fan de las series de capítulos autoconclusivos y si he de achacar un error a Fringe es precisamente pecar de tener en su primera temporada demasiados capítulos con poco peso argumental. Sea como sea, poco a poco y de forma exquisitamente gradual, el interés que despiertan los extraños casos a los que se enfrenta el equipo de protagonistas, va dando paso a un creciente interés por sus historias personales y por el argumento que la serie comienza a crear en torno a la unión de todos esos casos paranormales en una motivación mayor y mas oscura.

La primera temporada culmina en un cliffhanger (final que deja una historia a medias, para enganchar al espectador y obligarle a ver el siguiente episodio) fantástico en el que se abre todo un mundo de posibilidades para la serie y que de ser aprovechado como es debido no solo podía convertir a Fringe en una digna sucesora de Lost, sino también superarla en todos y cada uno de sus aspectos. Dicho y hecho. El inicio de la segunda temporada es fantástico y aunque tiene un leve bajón en sus primeros capítulos, (volviendo a la fórmula de los casos autoconclusivos) ya estamos metidos en la historia, los personajes han comenzado a tomar forma, todos ellos con gran acierto y ya nos es imposible abandonar la serie y más aún a partir de su decimotercer capítulo, en el cual la serie comienza a coger un ritmo delicioso e imposible de abandonar.

Me es realmente difícil comentar las bondades de la serie sin caer en el spoiler, pero si he de alabar sus virtudes sin comentar detalles reveladores sobre su trama, no puedo sino quitarme el sombrero ante la calidad de los efectos visuales, los portentosos maquillajes que muestran extrañas malformaciones, mutaciones, enfermedades y parásitos de diseño tan repulsivo como genial, las soberbias interpretaciones en especial la de Walter Bishop, fantástico en el papel de científico perturbado (cuya obsesión por determinados alimentos en mitad de las mas repugnantes investigaciones es desternillante) o la de Olivia, que si bien comienza siendo un personaje realmente plano, para que vamos a engañarnos, no es hasta final de la segunda temporada cuando se abre de forma exponencial toda la capacidad interpretativa para su actriz Anna Torv (algo insípida pero igualmente carismática) o Peter Bishop, un Joshua Jackson que tiene en sus momentos drámaticos (y los tiene) un filón interpretativo que aprovecha con total solvencia.

Tras ver el último capítulo doble de la segunda temporada, no puedo sino decir que a día de hoy, Fringe ha tomado un camino mucho mas interesante del que en su día tomó Lost. Fringe es un espectáculo lleno de incógnitas que son solucionadas en pequeñas dosis añadiendo más tensión y más intrigas a cada instante, todo ello adornado con un trabajo de producción impresionante que maravillará a los mas puristas del género de ciencia ficción, sin prácticamente la incursión del pesado flashback que a menudo impide avanzar la historia (atención al decimosexto capítulo de la segunda temporada, que es precisamente el único capítulo flashback de la serie y curiosamente es también uno de los mejores, de absoluto 10) sin personajes innecesarios, sin subtramas que no aportan nada al argumento principal, Fringe es directa, clara, precisa y da lo que promete de forma totalmente satisfactoria aún incluso cuando se trata de un episodio autoconclusivo (que si bien suelen ser los menos intensos, siempre proponen algún misterio interesante del mismo modo que ocurre con nuestro amigo el Dr.House)

Una serie de 23 episodios de 40 minutos cada uno, puede facilmente caer en el relleno mas soporífero, cosa absolutamente justificable dado que dificilmente encontramos argumento lo suficientemente denso que pueda mantener despierto a un espectador exigente durante tantos capítulos. Pues bien, Fringe logra despertar constantemente a este espectador, logra dar constantes descargas a su argumento para atrapar nuestro interés con renovadas fuerzas y por supuesto, es capaz de aguantar el tirón de 23 episodios sin despeinarse para brindar al final un cierre de temporada capaz de generar una nueva tanda de episodios más intensa que la anterior.

Y es que, cargada de detalles deliciosamente introducidos (los símbolos e imagenes que aparecen constantemente a lo largo de cada episodio y que conforman letras del abecedario, o todo el argumento en torno a los enigmáticos observadores) Fringe no da un segundo de respiro y cuando así lo hace, tened por seguro que está preparando un nuevo y más impresionante golpe de efecto.
¡Os aseguro que nos reuniremos a menudo en la cafetería para hablar de Fringe, así que ya sabéis, poneos al día!

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