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Difícil lo tenía J K Rowling a la hora de vender la historia de un niño mago, pero E.L James fue a lo fácil y emulando a la Madonna provocativa de los 80 (en los que no se cortaba a la hora de mostrar y hablar de sus secretos de alcoba) tiró de lo que sabía que generaría morbo y polémica, lo que conlleva mucha publicidad y ventas. Pero quitando la temática, la gran diferencia entre ambas es que la autora de Potter sabía escribir, y nos dio personajes emblemáticos, en cambio, E. L. James tira de clichés y promesas que no llega a cumplir.
La autora ha sido el quebradero de cabeza de la directora Sam Taylor-Johnson, que tenía la difícil tarea de llevar la adaptación sin cortarse, pero sin pasarse porque los productores querían que la película llegara a las grandes masas sin ser tachada de vulgar y pornográfica. Pero lo más complicado no era que mostrar y que no, sino era adaptar una historia que cuenta muy poco, y que una vez muestras sus cartas, resulta ser de lo más convencional y decepcionante.