Hay personas que te ganan con su sola presencia, sin apenas esforzarse en agradar, y que lo hacen sin darse cuenta. Esa peculiaridad es la que identifica a Miranda, una gran niña treintañera y a punto de llegar a los cuarenta, que va narrando al espectador su peculiar vida.
Estas navidades hemos estado siguiendo sus dos cortas primeras temporadas (la tercera esta en emisión actualmente), y ha resultado ser un gran regalo navideño.
Y es que debido a su físico (mide casi 2 metros y no es ni muy femenina ni agraciada físicamente), tiene que lidiar con los esfuerzos de su madre por casarla, el rechazo entre las mujeres de su edad al no entenderla, y sobretodo, su torpeza, ese rasgo único del personaje que la hace adorable.