PERFECTO, ese es mi calificativo para el episodio piloto de Downton Abbey, serie que dejé aparcada hace tiempo para verla en un mejor momento, y que con la promoción que ha dado Antena 3 al estrenarla en España me ha animado a ver el episodio piloto que guardaba.
Dowton Abbey nos sitúa en 1912, días después del hundimiento del Titanic (supongo que no he de explicar mucho sobre tal acontecimiento) y como repercute en el hogar de los Crawley, familia de alta burguesía que protagoniza la serie. El problema de la família es que no disponen de varón que pueda heredar toda la fortuna familiar, y se ven obligados a negociar con posibles esposos para sus hijas para evitar perder sus pertenencias.
Y hasta aquí la historia principal, porque lo que hace grande a esta serie (de momento solamente habiendo visto el primer episodio) es el trato humano. Consiguen una excelente recreación de la época, tanto técnica como narrativamente.
La fotografía es espléndida, podrían haber jugado más con el color de estampados y complementos, pero no hay nada fuera de lugar, el vestuario es magnífico y todo muy detallado.
Pero es el reflejo de la sociedad lo que esta conseguido perfectamente. Hablamos de un momento en constante cambio, se pasó de la agricultura a la industrialización, por lo que las costumbres iban cambiando en poco tiempo, lo mismo que la sociedad y la mentalidad de la época. Y me ha sorprendido gratamente verlo en las personalidades y comportamientos de los personajes en situaciones, como por ejemplo, lo que se refiere a la electricidad.
Es muy inteligente la pequeña trama secundaria de la electricidad, que es casi una recién llegada a los hogares y en las conversaciones de criados se extrañan de como vecinos utilizan luz eléctrica en sus cocinas, a lo que una se pregunta el porque de tal acto. Después, el personaje de Maggie Smith no soporta la fuerte luz eléctrica y no comprende que la hayan puesto en el salón. Una representación de la veteranía frente a la industrialización.
Esto nos da un ejemplo del cambio y de la mentalidad. El pueblo inglés siempre fue muy férreo a sus costumbres y creencias, y la irrupción de novedades estaba muy mal visto, es por eso que la llegada de algo nuevo como la luz eléctrica al hogar era considerado como algo inapropiado por romper con lo habitual y acostumbrado, casi como una ofensa a su país. Pero por otro lado, estaba el lado de los que acogían con agrado los comentados cambios y lo ven como prosperar y mejorar.
Ese simple detalle ya me ha dado muy buena espina y es que los personajes son la serie en sí, da lo mismo la historia porque siempre en estos casos tiene los mismos casos (herencias, matrimonios concertados, traiciones, amores prohibidos....) y me tenía intrigado como se trataría, y ha sido sin duda muy acertado y el gran factor de la serie.
La sociedad de aquel momento se guiaba principalmente por la jerarquía entre clases ( y dentro de sí mismas) y por las apariencias, que lo eran todo y guiaba la vida de la persona. Toda clase social tenía su propio sistema y sus propias preocupaciones. En la clase alta los cabezas de familia vivían con la preocupación de mantener su reputación inmaculada y de poder fardar lo máximo posible de sus pertenencias. No hay amor alguno en la familia, todo esta regido y escrito por interés del matriarca familiar, hay diálogos como el de "me enamoré al año de casarnos" que nos muestran que vendían sus propias vidas por tener un nombre respetado, y podían maniobrar las más complejas artimañas para llegar a su propósito.
En su segundo plano están los sirvientes, que viven para sus superiores dedicándoles todo su tiempo y pensar que es su deber en la vida. Los personajes de la serie hacen la vida imposible al recién llegado al ver que guarda una buena relación con su máximo superior, algo que es visto como una amenaza y le provocan los mayores sufrimientos y vejaciones para incitarlo a abandonar la residencia o bien, que el amo lo expulse. Una simple cojera podía terminar con la vida de un sirviente, al no parecer perfectos era poco probable de que pudieran ascender a una buena situación, y esta trama nos lo ha explicado literalmente, al ver como el recién llegado encargado de cámara, teme por su futuro por su defecto físico y hace lo que puede por mantener el puesto.
Hay dos mundos en la casa, arriba los burgueses y abajo los sirvientes, cada uno con normas y cada uno con vidas completamente opuestas y sin apenas relación que es difícil ver que están en el mismo lugar.
De las conspiraciones del servicio vamos a los planes de futuro de los señores. Poco les importa la reciente muerte de conocidos y familiares, de un prometido impuesto, y no importa porque jamás ha habido sentimiento alguno. La hermana mayor está más preocupada por si ha de vestir el luto mucho tiempo antes la muerte de su prometido, pero más por la apariencia de viuda que por la desaparición de su futuro marido. Hoy en día costaría creer que alguien actuaría así, pero ese matrimonio no es deseado y para ella es una liberación, aunque la hermana menor esté replicando sobre la poca sensibilidad que muestra ante tan trágico suceso. Pero es el dinero lo que peligra ante esta muerte es por eso que el invitan corriendo a un duque para intentar que se interese en la hija mayor, haciendo más un contrato que un enlace matrimonial.
Todos están envueltos en la historia, desde la abuela hasta la hermana menor, por lo que nos aseguran que habrá acción que toque a cada miembro de la casa. Y la entrada del duque no hace sino más que fortalecer la serie.
El haber integrado la temática homosexual ayuda más aún a entender esa represión y falta de emotividad. El sirviente está buscando ascender posiciones y hacerse importante, el duque un entretenimiento que no saldrá jamás de las puertas de su alcoba. Esto le dificulta el matrimonio por mucho que el cabeza de familia negocie con su hija como si de ganado se tratara para seducir con su fortuna al duque. En ambos bandos fingen y sufren, no se liberan sino que que esconden su verdadera persona bajo el disfraz que se les obliga a llevar impuesto por su rango. La charla de sexo entre el duque con su posible prometida deja constancia de tira y afloja en las mentes de los protagonistas, que dudan en si dejarse llevar por sus deseos, o permanecer firmes conservando su inmaculada imagen.
Me ha sorprendido esta última trama y que decir del guión, con un vocabulario parecido a la época pero modernizado que facilitan su comprensión ante todo tipo de público.
Técnicamente es perfecta (siendo una serie), los actores cumplen su cometido (me encanta Maggie Smith), y el millón de euros que cuesta cada episodio esta muy bien repartido por el detalle que desprende todo lo que aparece en pantalla.
Se que las producciones históricos tienen el prejuicio de ñoñas y lentas, y ya os podéis apartar ese prejuicio porque de ñoña no tiene nada y de ritmo no decae en los 60 minutos de duración.
La serie británica tuvo una media de 35% de audiencia en UK y unos 10 millones de espectadores durante sus 7 episodios de duración, que le ha asegurado una segunda temporada. Y corre a cargo de Julian Fellowes (director de una de mis películas preferidas, Gosford Park).
Cuando termine la temporada daré mi veredicto, pero si la producción es tan buena como en su primer episodio, no os la perdáis.
NOTA: 10/10
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